Esta es la historia de los organilleros en México
Por si no sabías, la historia de los organilleros se entrelaza con la de las calles, las plazas y los corazones de quienes han crecido escuchando sus canciones.
Los organilleros, con su melodía característica y su aire nostálgico, son parte inseparable del paisaje sonoro de muchas ciudades en México. Estos músicos ambulantes, que llevan consigo sus antiguos instrumentos mecánicos, han sido testigos silenciosos de la evolución urbana y cultural del país a lo largo de los años.
El origen de los organilleros
El término “organillero” proviene del instrumento que tocan: el organillo. Este instrumento de viento mecánico, también conocido como “hurdy-gurdy” en inglés, consiste en un conjunto de tubos y cilindros perforados que, al girar una manivela, producen música.
Aunque sus orígenes se remontan al siglo XVIII en Europa, especialmente en Italia, fue en el siglo XIX cuando llegaron a México junto con la influencia cultural y tecnológica de la época.
Durante el siglo XIX y principios del XX, los organilleros alcanzaron su apogeo en México. Eran una parte integral de la vida cotidiana en las ciudades, tocando en las calles, plazas y parques para entretener a la gente.
Sus melodías alegres y emotivas eran el acompañamiento perfecto para las actividades diarias, desde las compras en el mercado hasta los paseos románticos por las calles adoquinadas.
Sin embargo, con la llegada del cine sonoro y la radio a principios del siglo XX, la popularidad de los organilleros comenzó a declinar. Las nuevas formas de entretenimiento ofrecían una experiencia auditiva más variada y sofisticada, relegando a los músicos ambulantes a un segundo plano.
A pesar de los desafíos que enfrentan en la era moderna, algunos organilleros han perseverado en su arte y han luchado por preservar esta tradición centenaria. Gracias a su dedicación y pasión, todavía es posible encontrar organilleros en ciudades como CDMX, Guadalajara, y Puebla, llevando consigo el encanto del pasado a las calles del presente.
Además, su música forma parte del patrimonio cultural intangible de México, enriqueciendo la experiencia urbana y conectando a las personas con su historia y su identidad. Quizás, en un mundo cada vez más digitalizado y frenético, la presencia de estos músicos ambulantes sea más valiosa que nunca.
A través de su música, han dejado una huella indeleble en la cultura y la memoria colectiva del país, recordándonos la belleza y la magia de las tradiciones que perduran en el tiempo.